Evento

Aron Ralston en Chile: “Todos tenemos nuestras propias rocas”

Con mi fiel escudero el muñeco BO (sí, Juan Carlos Bodoque, el periodista de 31 Minutos en versión de peluche), asistimos a la esperada charla de Aron Ralston, organizada por CMPC y abierta a todo público. Allí estaba él, el hombre que inspiró la película 127 horas, quien tras quedar atrapado por una roca en un cañón de Utah, sobrevivió amputándose su propio brazo. Pero más allá del impacto de su historia, su conferencia nos llevó a mirar nuestras propias “rocas” interiores.
Aron Ralston
El montañista estadounidense, conocido por amputarse su propio brazo para sobrevivir tras quedar atrapado en un cañón en Utah, ofreció una potente charla en Santiago titulada “Between a Rock and a Hard Place. Turning Adversity to Advantage“, organizada por CMPC.
Ralston, cuya historia fue llevada al cine en la película 127 horas, relató con detalle cómo vivió los cinco días atrapado, el dolor, el miedo, y finalmente, la decisión extrema que le salvó la vida. Pero más allá del drama físico, su mensaje se enfocó en cómo transformar la adversidad en oportunidad: “Me conocen como el hombre que se cortó el brazo, pero esta es la historia del hombre que sonreía cuando se lo cortó”, dijo ante más de 1.200 asistentes.
Las rocas
Invitó a ver esos obstáculos no como castigos, sino como regalos que pueden revelarnos lo que realmente importa. En su caso, la experiencia le permitió valorar profundamente a su familia. Fue, de hecho, su madre quien organizó el rescate que finalmente lo salvó.
A lo largo de la charla, interpeló al público con humor y humanidad, recordando que incluso en situaciones cotidianas difíciles, como perder una maleta, él se repite: “Al menos no estoy bebiendo mi propia orina”.
Ralston también visitó el Instituto Teletón, compartió con niños y jóvenes en rehabilitación, participó en actividades deportivas y dejó un mensaje de resiliencia. “Hay posibilidad en nuestros problemas, transformación en nuestros traumas y bendiciones en nuestras rocas”, reflexionó.
Con su visita, Aron no solo trajo su historia de supervivencia, sino una inspiración viva sobre cómo enfrentar la vida con coraje y sentido.
La roca que atrapó a Aron no era solo un bloque de 360 kilos; era la metáfora perfecta de la vida misma, de esas situaciones que nos aplastan el alma y nos obligan a detenernos. Todos cargamos con nuestras propias rocas: la pérdida, el miedo, la culpa, la frustración. Pero en vez de odiarlas, tal vez debamos agradecerles, porque son ellas las que nos detienen para mirar adentro, para descubrir lo que de verdad importa. La roca le quitó un brazo, sí, pero le devolvió el amor, el propósito, la claridad. Tal vez nuestras rocas no vinieron a destruirnos, sino a transformarnos.

Sergio Díaz Erbetta

Maratonista

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